Provengo de una familia de origen italiano, tanto del lado paterno como materno, si bien por mi línea paterna tengo también una parte española errante que también me constituye. Mis abuelos, quienes emigraron a la Argentina a principios del siglo XX, fundaron entonces su familia, en un mosaico intercultural que, por cierto, es parte identitaria de la cultura argentina: la de un país joven, hecho en gran parte de una mixtura de pueblos originarios, inmigrantes de diversas tierras, culturas e idiosincrasias, luchas, opresiones, grandes gestas y muchos principios nobles.
Parte de ese mismo mosaico familiar se fue constituyendo también con los amigos y lazos que se fueron ahondando con personas muy queridas en los Estados Unidos, Italia, Alemania, Austria, Brasil, España y otros entrañables lugares en que siento que tengo un particular lazo afectivo, por esas personas tan queridas que formaron y forman parte de mi vida. Muchos de ellos han sabido adoptarme amorosamente y alojarme no sólo en sus hogares, sino también en sus culturas, sus idiomas y sus corazones.
Haber estado expuesto a la cercanía afectiva de mis abuelos italianos, con quienes compartía las historias del otro lado del Atlántico, me fue despertando una especial curiosidad por sus vidas y sus migraciones, así como sus lenguas, sus dialectos y sus dolores existenciales. Esto mismo fue motivo de mi particular curiosidad por otras culturas y otras lenguas, así también como la elección de una carrera como “Psicología”, en el afán de desentrañar el significado inconsciente de las representaciones de la mente humana y el significado de sus productos. El psicoanálisis y la formación psicoanalítica me ofrecieron esa posibilidad, con la apasionante tarea de entrar con cada uno de mis pacientes en un universo singular, de descubrimiento y de posibilidad de contribuir a aliviar sus padecimientos a través del trabajo psicoterapéutico.
Tempranamente me dediqué a enseñar música, gracias al estímulo de mi familia, quienes me permitieron descubrir ese otro lenguaje, que desarrollé particularmente en los teclados. Del mismo modo encontraron la poesía y la literatura un particular deleite en mí, a través de las que también pude conocer otras idiosincrasias. El gusto por la docencia pude desarrollarlo luego en la Universidad de Buenos Aires, a la cual ingresé como docente regular a poco de haber concluido mis estudios de grado, y donde en el día de hoy soy Profesor e Investigador.
Mis propios hijos, así como el trabajo psicoterapéutico y docente con niños y jóvenes también me enriquecieron infinitamente como persona, lo cual contribuyó a mi comprensión de aquella vocación original de mi interés acerca de la naturaleza humana, acerca del mosaico de identificaciones e insondables caminos que nos constituyen como sujetos.
Con cada paciente, con cada analizante se me plantea un nuevo desafío apasionante de descubrimiento y de avance, en un camino compartido para la posible liberación –por añadidura al trabajo realizado- de sus sufrimientos y padeceres.